Vayamos hoy con nuestro desayuno preferido de los domingos, cuando en casa, después de un sábado surtido, variado, entretenido y cansado, nos levantamos con ganas de "curarnos" esa... desvelada; y entonces, la voz de la Yolita que me dice: "¿porqué no preparas unas migas?". Esta receta no es mía, no se la copié a nadie, no fue inspiración de una persona conocida, ni deriva de una charla en la que la haya escuchado. Simple, sencilla y llanamente, hace no sé cuantas decenas o centenas de años, en alguna parte de nuestro país, allá por el norte de la república, quizá cuando era colonia o imperio, los campesinos agregaron tortillas a un buen recaudo y lo revolvieron con los huevos de sus gallinitas. Su nombre deriva de las migas españolas, un plato típico de campesinos con el que se aprovechaban las sobras de pan duro, y que incorporaban diversos ingredientes adicionales para convertirlas en un plato combinado, único y apetitoso. Aquí, nosotros, usamos tortillas de maíz en vez de pan, e igual que los campesinos españoles, lo convertimos en un platillo único.
Pero basta de charlas y vayamos a LAS MIGAS:
Ingredientes: (para 3-4 comensales)
- Dos cucharadas de aceite vegetal de buena raza;
- Cuatro tortillas frías pero muy buenas, cortadas en cuadritos;
- Media cebolla blanca, fragante,no muy grande, picada;
- Dos dientes de ajo, finamente picados;
- Cuatro a seis bellos chiles serranos;
- Dos o tres jitomates saladet, en cubos, sin semillas, con su piel.
- Cuatro hermosos huevos, frescos, bien revueltos;
- Tres cuartos de taza de quesillo, bien picadito;
- La imprescindible sal, que si es marina, mejor.
Preparación:
Sigamos paso a paso la preparación de este sencillísimo platillo:
Calentemos el aceite hasta que esté bien caliente; incorporemos las tortillas previamente cortadas en cuadritos y dorémoslas hasta que suenen como si fueran de cartón y tengan un color café claro.
Retiremos las tortillas fritas y dejémoslas a un lado; en el aceite caliente, bajando el calor a fuego medio, friamos la cebolla picada y, un poco más adelante el ajo bien picadito; dejemos que acitronen.
Agreguemos el jitomate y el chile, ambos bien picados, dejando que se frian bien, para que el recaudo se saborice plenamente; esto es la parte medular, pues "Recaudo hace cocina, no Catalina" decía mi querida suegrita doña Margarita Campa. Con confianza, probémosle un poquito, habiendo agregado antes un poco de sal al guiso; la restante se la agregaremos a los huevos.
"Ahora es la hora" de incorporar las tortillitas fritas; se distribuyen bien y se revuelve de manera que quede todo integrado.
Vayamos ahora a los huevos; bien batidos y con media cucharadita de sal agregada y bien mezclada, para que la sal se incorpore a todo el guiso.
Solo nos resta agregar el quesillo bien picadito (o rallado), para que ligue bien el platillo, aporte su sabor y le dé al platillo su redondez: olor, color y sabor.
Y ya está; a sentarnos a degustar un sabroso platillo norteño hecho muy al estilo de este su anfitrión amigo. No olvidemos un buen bolillo y los imprescindibles frijolitos negros de la olla, que son el complemento único de estas migas. Y también, no olvidemos la cervecita; joven, rubia, fría y sin espuma, para que no pierda su gas.
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